Sudamérica y el corazón roto
Gonzalo Ruiz Álvarez (columnista)
La asonada convulsa se escucha por doquier. Octubre ha sido esta vez un mes de incertidumbre. Horas de desasosiego corren por la región.
Venezuela sumida en el caos ha expulsado a cuatro millones de seres humanos que huyen del hambre y la falta de libertad, del yugo del chavismo y su grotesco heredero.
En Brasil las marchas e incendios llegaron temprano, antes del Mundial ya tomaban las calles. Luego vino el Lava Jato, el descrédito de buena parte de la clase política sumida en procesos de corrupción.
Con Lula en la cárcel y Dilma destituida, no se salvó de la quema el sucesor Temer y llegó la derecha dura de Bolsonaro al poder. La pobreza sigue, cunde y otras penas hacen llorar a la selva y a la gente de bien.
Al sur, Mauricio Macri no acertó. El modelo liberal no pudo contra los sindicatos peronistas ni la organización labrada durante tantos años desde el primer Régimen del caudillo Juan Domingo Perón. El peronismo en todas sus formas penetró en el tejido social y allí está inamovible. Ni las inmensas fortunas que algunos de sus altos operadores se robaron lograron conmover lo suficiente a la justicia. Allí sigue y acaso seguirán por mucho tiempo. Cristina Fernández trata de esconder su impunidad en la papeleta como candidata vicepresidencial. Alberto Fernández, también peronista y funcionario en el gobierno de Néstor Kirchner, la fustigó duramente. Los intereses unen lo que la ética no alcanza a separar. Y allí están y pueden ganar la primera vuelta del domingo, como ganaron las elecciones primarias y puede volver el bombo peronista a retumbar en Plaza de Mayo.
Macri, gran empresario y excelente jefe de Gobierno de Buenos Aires, no pudo con el país peronista. No derrotó a la inflación ni a la extrema pobreza. Al próximo presidente le espera la emergencia alimentaria.
Llegamos a Bolivia. Evo, tan cuerdo en la economía y tan bolivariano en la política. Desconoce el mandato constitucional que impide más re elecciones. Consultó al pueblo para ir a otra reelección y perdió. La voluntad popular le importó un pito. Cuando el poder envicia no hay quien lo deje así nomás. Fue a la primera vuelta el domingo y ya gana por décimas, suspendió el conteo. La otra mitad de Bolivia se levanta. La OEA y la Unión Europea recomiendan segunda vuelta. El bien de la paz vale la pena.
Lo más extraño es el caso de Chile. El socialismo de Allende precipitó la sangrienta dictadura de Pinochet (1973). La Concertación y la ansiedad de recobrar la democracia lograron un pacto social y político. Luego de los gobiernos demócrata cristianos y socialistas llegó la derecha de Piñera dos veces y un gobierno socialista más de Bachelet. Chile, modelo de liberalismo y progreso, tenía un monstruo oculto. El fuego prendió, la protesta desbordó y Sebastián Piñera ensaya una ruta de sensibilidad social que debió transitarse antes. Que pronto vuelva la paz a Chile. Los ecuatorianos ya le vimos las orejas al lobo bolivariano. No es justo que ese precio lo paguen los más pobres y la libertad en llamas.
Tomado de diario El Comercio