¿El pueblo es tonto?
Milton Luna Tamayo (columnista)
Algunos analistas, políticos y economistas, pasean en los medios su creencia de que el pueblo es tonto, particularmente el indígena. Creen que es ciego obediente. Que se le dice salga y proteste y, como autómata, sale y protesta, o que, como mascota amaestrada, obedece la orden del amo: siéntese, dé la patita, diga guau… guau.
Los mentados “analistas”, y una parte de las clases medias y altas, piensan así desde una postura de superioridad racista y de clase. Así les enseñaron historia en sus escuelas y en sus casas. De hecho, esta forma de ver al indio se configuró en el siglo XVI, en los años de la conquista, donde los españoles, para justificar y organizar la colonización, se dividieron en dos bandos en su manera de ver a los pueblos invadidos.
Un bando, a través de Fray Ginés de Sepúlveda, sostenía que los indianos eran poco más que bestias, que no tenían alma: “Con perfecto derecho los españoles ejercen su dominio sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo…, los cuales, en prudencia, ingenio y todo género de virtudes y humanos sentimientos son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos, las mujeres a los varones… los monos a los hombres”.
Sin embargo, surgieron otras voces, como la de Fray Bartolomé de Las Casas, que los defendieron, señalando que los indios sí eran humanos, pero en una condición de infantes o “menores”, a los que el Estado debía guiar, proteger, educar, como tales. Allí una de las fuentes del paternalismo (de izquierdas o derechas) vigente hasta hoy.
Tras el racismo, clasismo y paternalismo, está un sentimiento de superioridad y el fenómeno del retorno de la lucha civilización-barbarie, así como la fría lógica del poder: legitimar el dominio.
La teoría de la marioneta o de la estupidez del pueblo, se complementa con la teoría de la conspiración internacional orquestada desde Sao Paulo o Puebla, foros que supuestamente manejan los hilos de las multitudinarias manifestaciones de América Latina. Tales teorías son mecanicistas y también fantasiosas, como las alucinadas de control mundial de los masones, de los illuminati o de los extraterrestres.
La protesta es un proceso social altamente complejo que responde a múltiples causas no solo coyunturales sino históricas. La gente, que es inteligente, no protesta de loca ni obedece mecánicamente los mandatos de alguien. La protesta, con o sin dirigentes, espontánea u organizadamente, es la respuesta a condiciones insoportables: hambre, libertades, falta de empleo, mala educación, o porque siente infidelidad del gobierno, en ese juego de lealtades entre elector-elegido.
¿Por qué los voceros de la “estupidez popular” y de la “conspiración” continúan campantes en los medios de comunicación distrayendo la atención sobre las verdaderas causas de la crisis? ¿Están creando condiciones para la instalación eventual de un régimen autoritario, requisito del nuevo proyecto del poder?(O)
Tomado de diario El Comercio Ec.