¿Cómo gobernará el próximo?
Alfredo Negrete Talenty (columnista)
En el Ecuador político, los acuerdos son posibles y están registrados en la historia. El más importante fue el que permitió la creación de la República por parte de los tres departamentos del sur de Colombia en 1830; probablemente el siguiente debe haber sido el que salvó al país de la disolución en 1859 y luego destacan, el que se concertó el 28 de mayo de 1944 contra el gobierno de Arroyo del Río y el de los militares con los civiles en 1978 para acordar el Plan de Retorno a la Democracia. Han existido otros más limitados en su objetivo o menos presentables. Entre ellos hay que señalar el que se logró en los dos primeros años del gobierno del Dr. Rodrigo Borja con la Democracia Popular a nivel legislativo y que duró la mitad del periodo presidencial. Luego, el pacto de la “regalada gana” entre bucaramistas y el PSC, así como el de “la camioneta” para defenestrar al presidente Bucaram, desconocer a Rosalía Arteaga y elegir al presidente del Congreso en un acto de magia política.
Debiera agregarse ahora, con motivo del rechazo a la ley macro 404 que englobaba a todo lo imaginable, el que se logró entre el PSC y la bancada correísta. Como en política todo es posible, debe advertirse que en este último acuerdo hay tela para largo.
Sin embargo, para el futuro inmediato, es indispensable entender las lecciones que deja el mes de octubre del 2019 en Ecuador y en otros países. La agresiva protesta, excluyendo la violencia espontanea o malévolamente premeditada, educa. No comprenderlo, por los nuevos gobernantes, es incurrir en un capítulo de la ingobernabilidad. Será difícil, pero es posible que entiendan los signos de los tiempos: a.- se acabó la Guerra Fría y con ella la polarización ideológica; b.- Los partidos políticos desaparecieron y de manera notoria en América Latina. c.- La era de los caudillos se extinguió con el fracaso del socialismo del siglo XXI y d.- Las manifestaciones masivas sin identificación y sin padrinos visibles han perdido el miedo, aunque carecen de un discurso y objetivos claros. En parte puede ser una reedición del mayo francés de 1968 o en la misma Francia el caso de los “chalecos amarillos”. Una primera lectura. Cuando no se entiende a los exacerbados manifestantes, es apelar a la recurrida ironía “están en contra de los que están en contra”. Luego comprenderán la extraña caligrafía de la historia.
Se desconoce si los profesionales estratégicos que diagraman la agenda de la presidencia o a la legislatura en el 2021 tienen preparada alguna propuesta de gobernabilidad. Por ejemplo, conocerán acaso que la elección del parlamento en la primera vuelta es una trampa para acosar y chantajear al Ejecutivo; que los partidos políticos sirven solo para las elecciones, pero no como soportes para el ejercicio gubernamental. Finalmente, que el método de asignación D ‘Hondt fue inofensivo, pero con otros elementos (distritos, por ejemplo) era instrumento fascista.
Tomado de diario El Comercio Ec.