Pobre México, tan cerca de Estados Unidos
Roberto Pizarro (columnista internacional)
Economista de la Universidad de Chile, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economia, fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ministro de Planificación y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile).14 de Junio de 2019, 12:19
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, vía internet, amenazó que impondría el 10 de junio un arancel del 5% a las importaciones provenientes de México, mientras no se frenara a los inmigrantes centroamericanos que ingresan a los Estados Unidos, vía territorio mexicano. La tarifa aumentaría gradualmente hasta la resolución del problema de inmigración ilegal. La extorsión de Trump dio resultados.
México se comprometió a reforzar sus controles de seguridad en la frontera sur, para reducir la migración irregular. Desplegó 6.000 efectivos de la recién creada Guardia Nacional a los once municipios de Chiapas, fronterizos con Guatemala. Además, aceptó recibir, a su propio costo, a los migrantes que solicitasen asilo en Estados Unidos, el tiempo que dure el juicio, para su permanencia o no en este país. Finalmente, las acciones acordadas se revisarán en un plazo de 90 días.
Entonces, nuevamente, vía twitter, Trump anunció el viernes 8 de junio que suspendía el alza de aranceles con los que había amenazado tras alcanzar el acuerdo. Sin embargo, el mismo presidente y otros miembros de su gabinete han señalado que pueden hacer efectiva, en cualquier momento, el alza arancelaria si el gobierno mexicano no aplica a satisfacción de los EE.UU. las medidas de control migratorio.
La seguridad jurídica, la estabilidad de las reglas del juego, el comercio libre, términos usados hasta el cansancio por economistas y agentes gubernamentales de los EE.UU. para defender acuerdos de comercio y otro tipo de tratados, han sido hundidos en el fango por el presidente Trump.
Trump saber jugar con el miedo. Lo hizo durante su candidatura presidencial para debilitar a sus adversarios y ganar adherentes. México siempre ha sufrido con la cercanía de los Estados Unidos, pero ahora mucho más con las agresiones de Trump. Insultos gravísimos, militarización de la frontera y ahora la utilización de la amenaza arancelaria generalizada. (porque algunos meses antes ya se había hecho efectiva puntualmente para el acero y el aluminio).
Trump no utiliza contra México los aranceles para recuperar posiciones comerciales, como lo hace con China. Los usa para lograr un objetivo político: mostrar un triunfo en su guerra en la frontera sur, allí donde quiso construir una muralla y no le dio resultados, al no conseguir financiamiento en el Congreso. Traslada así al gobierno mexicano la responsabilidad y costos de mantenimiento por los migrantes provenientes de Centroamérica.
«El verdadero poder es el miedo», le dijo Donald Trump al periodista Bob Woodward en entrevista de marzo 2016. Y, con la asesoría de Steve Bannon, supo usar el miedo durante la campaña presidencial al sostener que la escasez de empleos era culpa del traslado de empresas a China; que la violencia provenía de inmigrantes mexicanos y musulmanes; que el deterioro comercial era culpa de los chinos; y que la debilidad de la economía norteamericana era responsabilidad de los malos acuerdos comerciales.
En consecuencia, Trump convenció a sus votantes que para «hacer grande a América” sólo él tenía decisión y coraje para combatir a los enemigos de los EE.UU. Acusó a Hillary Clinton y a los demócratas de blandengues e impulsores de una política que «llevó al cierre de fábricas, la pérdida de empleos».
Por otra parte, Trump en su disputa reciente con México utilizó un argumento sorprendente: la seguridad nacional. En efecto, para eludir sus obligaciones contractuales con el NAFTA sostuvo que aplicaría la “Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional”. Pero, sucede que el país afectado no es un “enemigo” sino un aliado de los EE.UU. y, por ello, la propia líder de los demócratas, Nancy Pelosi cuestionó la legitimidad de los anuncios de Trump, calificándolos de ser una barbaridad.
Así las cosas, al vincular el tema migratorio con asuntos comerciales y, además, ligarlo a asuntos de seguridad nacional, Trump ha llevado la incertidumbre no sólo al empresariado mexicano, sino también a los estadounidenses y, en general, a la comunidad internacional. Ha roto esas reglas del juego, esa seguridad jurídica que economistas y políticos norteamericanos exigen al resto de los mortales.
Dirigentes políticos de la oposición mexicana cuestionaron el acuerdo. Ángel Ávila Romero, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), señaló que no era «una negociación, sino una rendición». Por su parte, Marko Cortés, líder del Partido de Acción Nacional (PAN), dijo que la soberanía y la dignidad de México habían sido dañadas.
No es fácil criticar la decisión del gobierno de López Obrador, aun cuando debió aceptar las leoninas condiciones impuestas por Trump. En los tiempos que corren, la economía mexicana vive una situación muy difícil y su dependencia comercial de los EE.UU. es muy grande. Este año el país crecerá apenas 2%, la inversión no se recupera y la deuda pública está cerca del límite prudente recomendado por los organismos internacionales. Y, el gobierno de EE.UU., al actuar sobre los aranceles amenaza al 80% del total de exportaciones mexicanas, las que precisamente se dirigen a ese país.
Al utilizar el alza de aranceles de forma arbitraria y, además, al vincularla con el tema migratorio, EE.UU. coloca una espada de Damocles no sólo sobre México, sino sobre toda América Latina. Pone en cuestión, al mismo tiempo, la autoridad de organismos multilaterales, como la OMC y coloca en tensión a toda la economía internacional.
El presidente Trump ha vuelto a la política del gran garrote. Al colocar sobre México los costos del problema migratorio olvida la responsabilidad de los Estados Unidos en el subdesarrollo de Centroamérica.
Durante todo el siglo XX, Estados Unidos derrocó democracias y apoyó regímenes militares y gobiernos corruptos en Centroamérica, para favorecer sus intereses políticos y económicos. Ello se tradujo en décadas de abuso y violencia, que han favorecido el caos que viven los países de esa región, impidiendo su desarrollo económico y progreso social. En consecuencia, EE.UU. es corresponsable de los flujos de migrantes que buscan empleo y una mejor vida en este país. Y, sin embargo, el “gran país del norte” se lava las manos y elimina programas de ayuda a esos países, cargando a México el costo migratorio.
Trump invade con incertidumbre nuestra región. Hoy ataca a México, mañana puede ser cualquier otro país del Caribe, Centroamérica o Sudamérica. No es posible permanecer en silencio.
Tomada de América Economía