Los omnívoros
Alberto Dahik Garzozi (columnista)
En un reciente, realmente brillante, artículo escrito en este Diario el lunes 17 de este mes por Paola Ycaza, ella hace referencia a un episodio del Chavo, en el cual el profesor Jirafales pregunta a los estudiantes cómo se llaman los animales que comen de todo, y el Chavo, sin dudarlo, respondió “los ricos”.
Pocos personajes representan tanto el espíritu de Latinoamérica como el Chavo. Además este personaje ha estado por décadas muy presente en la mente popular del continente. No se trata de alguien que en alguna ocasión apareció y dijo algo. Se trata casi del filósofo popular del continente. De ahí que sea realmente impactante el ver cómo está tan enraizada en nuestra cultura la idea de que los males de la sociedad provienen de las acciones de los ricos, que los pobres son las víctimas de estos. Que los ricos son depredadores, que lo destruyen y contaminan todo. De ahí surge ese estéril odio de clases, que jamás generó nada, sino miseria en las sociedades en las cuales se entronizó. Si no es así, miremos a Venezuela.
Luego de la desastrosa derrota del Ecuador ante Uruguay, el técnico habló de que “Uruguay eran los ricos” y nosotros, los pobres. Hasta en el deporte sale esta historia, este pensamiento. Es como si fuese parte del ADN latinoamericano.
Este perverso entendimiento de las cosas es uno de los obstáculos más grandes para el desarrollo, para salir precisamente de la pobreza, y es, en realidad, una de las cosas más difíciles que debemos vencer en la América Latina.
En la discusión de las reformas laborales, personas se me han acercado a decir, ante expresiones públicas de este columnista sobre los cambios que se necesitan, “usted está quitándole lo poco que tienen los pobres”. A una de esas personas le dije si tenía parientes en los Estados Unidos. La respuesta fue que sí. Le dije si ese pariente le había explicado cómo era la situación laboral en ese país, si es que tenían los trabajadores allá las mismas condiciones para un despido, o en repartición de utilidades, o en jubilación patronal que aquí. Entonces le expliqué y le dije que si la gente quiere irse allá a trabajar en esas condiciones, algo de bueno deben tener las mismas. Si hacemos el análisis con España, país al que han emigrado cientos de miles de ecuatorianos, encontraremos una situación laboral que tampoco se asemeja a la que existe en la legislación ecuatoriana.
La pregunta es: ¿Si los ecuatorianos desean irse a países con esas leyes, por qué no las aceptamos aquí?
Las décadas de este engaño populista, del cual el peronismo es el ejemplo más ilustre, hacen que destruir a la pobreza sea tan difícil en nuestro continente. Es que el discurso que diga que solo una economía libre y que acumule capital para que genere más producción y productividad, que solo una economía sin subsidios nefastos y con precios reales puede resolver el tema de la pobreza y que esto es un ejercicio de constancia y de largo plazo, es un discurso mucho más difícil de digerir que aquel que dice que son los que tienen mucho los causantes de la pobreza, y que vamos a regalar cosas desde el Estado quitándoles a los que han acumulado demasiado. Ese primer discurso exige fe, sacrificio, constancia y un horizonte de largo plazo. Ese segundo discurso pega más, es más fácil de digerir, promete algo supuestamente tangible y mañana. Es entonces cuando el discurso populista inmediatista encandelilla a las mayorías y genera el círculo vicioso de populismo, desastre económico, ajuste, populismo y más desastre económico.
Una de las grandes mentiras que han circulado en el Ecuador es la de “la larga noche neoliberal”, desmentida tanto en el libro de Osvaldo Hurtado El Ecuador entre dos siglos, como en el de Aparicio Caicedo Noche larga NO liberal. El problema del Ecuador es precisamente el contrario a lo que ese discurso perverso y cargado de odio ha hecho creer a la gente: no es que tenemos pobreza porque hay una economía libre movida por el mercado. Es lo contrario: la tenemos porque nunca hemos permitido que una economía así funcione y por un período suficientemente sostenido.
El Ecuador de hoy necesita entender esto, necesita de líderes que comprendan que si no es por ese camino, y sostenido, no saldremos de la pobreza ni resolveremos el tema de la equidad.
Corrijo en algo a Paola: Al final de su artículo dice que los animales que comen todo se llaman omnívoros. En realidad, se llaman socialistas del siglo XXI. Se comen todo lo tangible y lo intangible, se comen las instituciones, se comen la economía, se comen las reservas del Banco Central, se comen los fondos de la Seguridad Social, se comen la justicia, se comen los valores, se comen la dignidad y todos los principios morales. Esos superan a los omnívoros, que solo comen lo tangible. Los socialistas del siglo XXI no dejan nada que no arrasen, consuman y destruyan, inundando de odio de clases y del discurso, ese sí, verdaderamente causante de nuestro atraso