Gradualismo
Benjamín Fernández Bogado (columnista)
Los resultados esperados en la Argentina nos muestran el fracaso de gobiernos que eligen el gradualismo para cambiar lo que se ha hecho de mala manera con la administración anterior. Quisieron levantar un muerto con medidas graduales cuando lo que requerían era una terapia de shock. La gran diferencia a favor de los peronistas es una muestra de que no es suficiente el discurso anti, hay que hacer políticas probienestar de la gente y si duele, lo mejor es empezar desde el inicio del mandato. Lo hicieron hacia el final y eso ya no sirve, como las medidas de Macri del miércoles pasado que resumen todo aquello a lo que se había opuesto por cuestiones ideológicas y no de pragmatismo. Hoy se vota con el estómago y nadie con más del 50% de inflación puede pretender ser premiado en las urnas. Nadie.
Es el retorno de los mismos que crearon el despelote (desarreglo) de los años anteriores. De los que dilapidaron los buenos precios de las materias primas, de los que hicieron del subsidio un mecanismo de sustentación política a un alto costo, deterioro de las instituciones además y mucho robo, como lo confirman los hechos y las investigaciones judiciales. La historia de los “cuadernazos” que registraban los volúmenes de las comisiones de empresarios a altos funcionarios o esa escena de bolsas de dólares tiradas con nocturnidad y alevosía a un convento de monjas no son más que escenas de asombro que parecían los argentinos haberse curado de espanto hace rato. Pero no, ahora vivirán con lo malo conocido y se reiterarán en los errores. Vuelven los peronistas en unas elecciones que con los resultados del domingo pasado serán solo de compromiso en octubre. La diferencia es enorme y aunque en los comicios pasados el partido de Macri también fue derrotado primero en estas primarias, ganó luego en el balotaje para alcanzar la presidencia, hoy las cosas son distintas. Se espera tan poco de este gobierno que ya se considera un logro que alcance a entregar la banda presidencial en diciembre. Eso no ha pasado desde hace muchos años en ese país sudamericano, donde los siquiatras superan de lejos a los administradores honestos, valientes y capaces.
Envía un mensaje hacia los denominados partidos de derecha, como el de Brasil de Bolsonaro envuelto en una grave crisis económica y donde los dislates del excapitán no logran tener los mismos efectos de su maestro de EE.UU. El mandatario brasileño que hace parte del Mercosur con la Argentina presagia que su principal socio en el proyecto integrador puede llegar a convertirse en otra Venezuela con miles de inmigrantes llegando a los estados brasileños que tienen frontera con ese país. No será un buen momento para este proyecto de integración justo después de haber firmado un acuerdo comercial largamente anhelado con la Unión Europea y con presagios de recesión a nivel mundial. Vamos de nuevo a montarnos en una montaña rusa de impredecibles consecuencias para todos, pero menos para los argentinos que viven en ella desde hace muchos años y parecen haberse acostumbrado. ¿Cómo lo hacen? Nadie lo sabe y lo que es mirado con asombro desde afuera es absolutamente natural en un país que se acostumbró a sobrevivir al ‘corralito’, la devaluación permanente y las inflaciones considerables.
Argentina vuelve a confirmar aquel aserto trágico que dice que cuanto más cambia América Latina, más permanece igual. El ejemplo es este país de enormes potencialidades, que alguna vez estuvo entre los diez países más prósperos del mundo a comienzos del siglo XX, que nada tiene que ver con el actual, donde el recuerdo más cercano –aunque trágico– es mejor que una opción que escogió el gradualismo cuando lo que se requería era un cambio de timón real. Equivocadas las encuestas, Macri, los grandes gurúes de las consultorías políticas y quizás un pueblo que en su angustia por sobrevivir ya nada le importe de verdad.
Tomado de El Universo