Epidemias

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Benjamín Fernández Bogado (columnista)

Hay un temor generalizado a nivel mundial con el coronavirus, su impacto se ha extendido en todos los ámbitos del quehacer humano. Desde los apocalípticos que hablan del “fin de los tiempos” hasta los que observan conspiraciones inventadas tras la propagación de la cepa que se identificó primeramente en Wuhan (China). En realidad hay, como siempre, mucha exageración en todo esto y una tendencia reductiva del problema a la situación actual. El mundo ha tenido sus historias con epidemias de manera gravosa; se recuerda “la peste negra” en la Edad Media, la de las viruelas, gripes y sífilis diseminadas por los conquistadores de distintos orígenes o la “fiebre española” que hace un siglo mató a 100 millones de seres humanos justo en tiempos de la primera guerra mundial que tuvo la mitad de muertos.

Cuando los españoles llegaron a México hace 500 años había 22 millones de indígenas en ese país. Tras el proceso violento de la conquista y luego de 60 años sólo habían quedado 2 millones. Pero el efecto devastador lo produjo la viruela que prácticamente acabó con su población. Hoy estamos mucho mejor preparados para este tipo de circunstancias y los daños no parecen que puedan ser ni remotamente parecidos a pandemias mundiales anteriormente conocidas. El ser humano ha sido capaz de extender la vida a niveles nunca antes conocidos y enfermedades como la polio o la viruela ya no existen debido a la capacidad de contrarrestar sus efectos. Hay noticias, sin embargo, preocupantes, como el retorno del sarampión y el número de pacientes del dengue que se ha vuelto endémico en varios países de América Latina. Vivir alejado de todo esto requiere una alerta permanente en la que se combinan factores educativos, recursos en salud, campañas masivas y un recordatorio constante de los riesgos que suponen circunstancias como las actuales del coronavirus cuyo impacto en la economía china y mundial, entre otras cosas, son absolutamente impredecibles.

La salud ha pasado también a ser una cuestión de seguridad de la que nadie puede estar exento. Es imposible controlar la propagación del virus incluso en países con gran capacidad de respuesta debido a las facilidades de transportación y de movilidad de alcance global. Lo que puede ser tomado como un factor negativo sin embargo se transforma en lo opuesto ya que hace correr a velocidades notables la investigación y el desarrollo de las vacunas de alcance global.

En 1995, Clinton afirmó que los grandes retos del siglo XXI serían el terrorismo, la guerra bacteriológica y la manipulación genética. Fueron palabras proféticas para un mundo en retos comunes en donde estos temas trascienden las fronteras pero acercan notablemente las soluciones. Países de menor desarrollo tecnológico trabajan y patentan nuevos recursos para enfrentar desafíos globales que tienen en las epidemias su manifestación mas concreta. Estamos preocupados y con razón, pero nunca como ahora la alerta mundial favorece resolver el drama de las epidemias. Cuanto más global, más local y más pronta la solución. (O)

Tomado de diario El Universo

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