El suplicio de la prueba Ser Bachiller

El suplicio de la prueba Ser Bachiller
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Nelsa Curbelo Cora (columnista)

Es la época del año de tortura para los estudiantes que aspiran a graduarse de bachilleres. Sean muy buenos estudiantes o no tan buenos, todos están, estos días, con caras de preocupación y ansiedad.

La educación convertida en un suplicio. Y las pruebas a que son sometidos en una lotería. Depende de que las computadoras funcionen bien, no se atasquen, no se caiga la plataforma, no se vaya la luz (hoy en nuestro sector la luz se cortó tres veces, y cada vez tardó más de diez minutos en regresar). Y de las preguntas que le tocan al azar. Y en ese examen se juegan casi su futuro. Dependerá de la nota que saquen las posibilidades de estudio que puedan tener.

La parafernalia que antecede la prueba inspira inseguridad y miedo. Llegan las autoridades del Ministerio de Educación a los centros educativos, instalan las máquinas unos días antes de que comiencen las evaluaciones, en salas que permanecerán cerradas a cualquier persona no autorizada. El primer día de las pruebas, la policía se hizo presente para vigilar que solo entren los alumnos que deben dar examen y los profesores que cuidarán que los alumnos no copien. Hay que rogar que ninguno de los examinados se enferme o esté indispuesto, como suele pasar a las jóvenes mujeres…

Estos días además se produce la demanda masiva de cédulas, sea porque no las han sacado a tiempo, porque están deterioradas o porque cumplen 18 años y deben actualizarla. Estuve tres horas y media en el Registro Civil, acompañando en ese proceso, y tuve tiempo de oír muchos comentarios. Común denominador: ansiedad, miedo, insomnio, malestares estomacales, manchas en la piel, urticarias. “Estudié y entré en la plataforma, pero ahora las preguntas son otras”. “Mi amigo dice que no sabía y respondió al azar, aprobó con casi 800, pero una de las mejores alumnas de mi curso sacó 635”. No oí un solo comentario alegre, todo era abrumador. Intenté decirles a los que tenía cerca que lo tomen como un juego en que se desafían a sí mismos y compiten con su propio saber, me miraban como si fuera de otro planeta.

La educación como medio transformador es una tarea compleja que no cualquier persona puede llevar a cabo. Los educadores pueden ser constructores o destructores de alumnos, de vidas. Pueden ayudar a florecer y desarrollarse o podar un árbol llamado a cobijar en sus ramas cientos de pájaros, producir miles de flores, arropar con su sombra a los agobiados por el calor, y aun después de muerto servir como madera para muebles y casas.

El educador es un partero que saca lo mejor de cada uno, para que aprenda a admirar todo lo que existe, a cuestionarse a partir de lo que ve y siente, a aceptar las equivocaciones como fuente de conocimiento y no como castigo, a pensar, a elegir, a decidir, a hacer. A ser.

La educación debe estar ligada con la maravilla de la vida, sus misterios, sus preguntas, su belleza y ayudar a encontrar el lugar irreemplazable de cada uno en el tejido de la humanidad de la que forma parte. (O)

Tomado de diario El Universo

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