Democracia en días de corona…

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Gonzalo Ruiz Álvarez (columnista)

En nuestra América el ejercicio o ensayo de democracia no congenia con coronas.

Las luchas por la independencia de la corona española costaron vidas e ingentes recursos y experimentaron una compleja urdimbre.

A la idea de libertad la cautivaron caudillos con su propia interpretación de la historia y en muchos casos con su convicción de predestinado al ejercicio del poder.

Un poder, en nombre de Dios, el pueblo, las élites o los proyectos de guerras civiles por principios liberales que eran en su momento revoluciones auténticas.

Pero los líderes de la vertiente liberal también actuaban como caudillos. La realidad es que los primeros gobernantes que coparon la historia nacional en sus primeros períodos gobernaron con mano dura.

Flores, nacido en Venezuela y el primer presidente de Ecuador, se impuso con la tildada de ‘carta de la esclavitud’. Rocafuerte, figura indiscutible implantó la educación con gran dureza y fustigó a la prensa que en esa época era instrumento de la política -diarios detractores o panegíricos (muchos sostienen que eso funciona hasta hoy). Pues Rocafuerte empastó imprentas, igual que luego hizo Eloy Alfaro y la voz de los críticos ya saben todos que destino corrió, en tiempos de García Moreno y su ‘carta negra’. Tales los nombres de los forjadores de la primigenia república.

Tras la revolución liberal y el alfarismo y su trágico final, la sucesión de gobernantes marcó la vida nacional y le imprimió una inestabilidad que detuvo su progreso, salvo excepciones destacadas y reseñables.

Otra vez el caudillismo hizo presa del Ecuador y la sucesión de los cinco velasquismos, cada cual con sus particularidades, pusieron a la figura del caudillo como eje central del protagonismo. Por esa fe ciega con que el profesor de derecho constitucional bien rompía la constitución o se precipitaba sobre las bayonetas, la última impronta del quinto velasquismo fue de una dictadura civil. Llegaron los militares, el primer ‘festín del petróleo’ y el endeudamiento agresivo y hubo cambios en el país.

El Plan de Retorno a los gobiernos civiles reinauguró la democracia con Jaime Roldós. Le siguió un demócrata como Osvaldo Hurtado; un político duro como León Febres Cordero y la centro izquierda de Rodrigo Borja. El país seguía cambiando y los indígenas llegaban a la política por la vía del levantamiento y su incursión en la vida nacional. Sixto descansó las decisiones económicas en Alberto Dahik y la guerra salvó su imagen para la historia.

La debacle empezaba de nuevo: Bucaram, y su caída; el interinato, la constituyente de 1998. La seguidilla de gobiernos de apenas dos años, hasta la fallida revolución ciudadana y el segundo ‘festín’ del petróleo, con más vocación de ‘monarquía’ y autoritarismo que de democracia. La globalización nos trajo a la China desde donde se proyecta al mundo el coronavirus, el mal de los tiempos que puede transformar ciclos productivos y económicos. El modelo patalea. Esta república y su irónica corona.

Tomado de diario El Comercio Ec.

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