Cristina y Rafael
Dr. Byron López Castillo
Cristina fue presidenta de Argentina. Rafael, del Ecuador. Cristina aspira a la vicepresidencia de su país. Rafael a la del suyo. Cristina se encuentra enjuiciada por los tribunales de Justicia, acusada de haber cometido delitos de corrupción durante el tiempo en el que fue presidenta del país cuna de Sarmiento. Rafael, igualmente, está enjuiciado por delitos que se le atribuyen haberlos cometido durante el tiempo que ejerció la presidencia de la República. Cristina dice que es una perseguida política. Rafael dice lo mismo.
Si Plutarco, el griego, autor entre obras importantes de la que denominó Vidas paralelas, estuviera vivo, habría incluido en las páginas de su obra a Cristina y a a Rafael, sin lugar a dudas.
Estos dos personajes de la vida política de Argentina y de Ecuador no quieren dejar el poder por nada del mundo. Aspiran llegar a él a como dé lugar.
A estas ansias de perpetuarse en el poder, la ciencia las denomina síndrome de Hubris, que es el ansia desmedida por el ejercicio del poder. Está bien que aspiren a ser mandatarios “hasta que la muerte los separe”. Pero en el caso de estos dos personajes deben tener presente que hay una opinión pública que sabe que la justicia es la que debe determinar si son o no responsables de los delitos por los que se encuentran penalmente enjuiciados, razón por la cual lo que deberían hacer es comparecer ante ella personalmente, a defenderse, para lograr que se ratifique su inocencia, previo el cumplimiento del debido proceso. Y hasta tanto, no hablar de aspiraciones políticas de ninguna naturaleza.
La historia enseña que hay políticos que no rehuyeron enfrentar a la justicia, no se escondieron, no fugaron, no buscaron asilo, cumplieron condenas y luego de ello volvieron a la arena política a seguir en la pelea y lograr lo que aspiraban. Esos son líderes de verdad.
Por otra parte, al actuar en la forma en la que lo hacen, Cristina y Rafael dan la impresión de que consideran que en sus países no hay más liderazgos políticos que el de los dos. Y que por eso, después de ellos, el diluvio…
Tomado de Diario Expreso