¿Conocen Guayaquil?
Pedro Valverde Rivera (columnista)
Con motivo de la crisis que vive el Ecuador a causa del COVID-19 (de la que Guayaquil es centro debido a que es la ciudad con mayor cantidad de casos) proliferan los comentarios y críticas, incluso de las máximas autoridades del país, hacia esta ciudad y sus habitantes. Guayaquil parece haberse convertido en una suerte de hija enferma, malcriada, rebelde e indisciplinada, que no acata órdenes y amenaza con contagiar al resto del país. Nada más perversamente alejado de la verdad.
Desde las alturas del poder, de los teóricos de la política, de los que en su vida no han creado nada y han vivido de sueldos o consultorías del Estado, lo de Guayaquil es indisciplina e ignorancia pura.
Se les dice que no salgan de la casa, y no obedecen…
¿Acaso alguna vez han recorrido Guayaquil? No me refiero a los paseos con cámaras y asesores enternados para tomarse foto con los pobres que sonríen al recibir alguna dádiva pagada con nuestros impuestos.
Me refiero al Guayaquil de verdad. Al que se mueve desde la madrugada, al que huele a puerto, a camarón, a banano, vegetales, pescado, productos chinos, comida casera, telas, periódicos y billetes de lotería. Al que viven millones de porteños todos los días de Dios, cuando salen con los bolsillos vacíos, pero cargados de fe, ingenio y arrestos para buscarse la comida del día.
Ese Guayaquil que con ciertas variantes estacionales no es nada diferente a Babahoyo, Quevedo, Santo Domingo, Cayambe, Riobamba o el mismo sur de Quito, no puede encerrarse, porque si se encierra se muere de hambre.
A eso agregar el estado de hacinamiento en que familias enteras viven, con mosquitos y calor, que las obliga a salir para respirar. Familias que por el material de sus viviendas no pueden cocinar dentro de ellas porque se pueden incendiar. Que no tienen refrigeradoras, o si la tienen, son pequeñas y no pueden almacenar comida para una semana. Y por el calor y la humedad los víveres se pierden si no se consumen en el mismo día.
Por respeto a esta gente madera de guerrero que junto con el resto de hermanos ecuatorianos han forjado esta nación, en lugar de reprender y dar lecciones, atiéndanlos. Entreguen raciones de comida; traigan más pruebas del COVID-19, doten de medicamentos a los hospitales, contraten más médicos y cuiden a nuestros extenuados héroes que luchan a brazo partido por salvar vidas a pesar de miserables que están ocupados comprando con sobreprecio o politiqueando con miras a la próxima campaña electoral.
Dispongan los cadáveres de una manera digna. Dejen de pagar deudas y de contratar publicidad, y destinen esos fondos para salvar vidas. Pero sobre todo, no estorben. Liberen la importación de medicamentos aprobados por FDA u OMS sin trámites burocráticos que nos cuestan vidas. Dejen de exprimir a las empresas con pago de impuesto a la renta, porque muchas se verán en la disyuntiva de pagar sueldos o impuestos.
El resto lo hacemos todos, empresarios, políticos, profesionales, iglesia, gremios y ciudadanos.
Dios bendiga al Ecuador. (O)
Tomado de diario El Universo