Todo por Guayaquil

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Francisco Carrión Mena (columnista)

No me dejo llevar por algunas poco sustentadas y a veces amargas opiniones contenidas en artículos y declaraciones de distinguidos –no todos- articulistas y personalidades guayaquileños que reclaman por el centralismo que aducen prima en muchos ámbitos de la administración pública, algunas veces con razón, para hacer frente en este caso a la pandemia del covid 19 que se ha ensañado con el Puerto Principal y la provincia del Guayas. Dicen, que no se le ha dado el cuidado que la situación exigía. Yo me sumo a esas demandas y afirmo con convicción y franqueza: todos los esfuerzos del Gobierno tienen que orientarse con prioridad a Guayaquil.

Las estadísticas, en las que todos coinciden, concluyen que el epicentro de esta mortal enfermedad está en esa ciudad y en la provincia del Guayas. Cadáveres en las calles, hospitales desbordados, personal médico y enfermeros contagiados e insuficientes, desorden, indisciplina. ¡Se dice que las cifras son iguales a las de Colombia, Argentina o Panamá! Los últimos datos se sostiene que son 5777 fallecidos hasta la fecha. Tiene lógico sentido, entonces, que los mayores esfuerzos del Gobierno deban ir allá dada la carencia de una infraestructura sanitaria suficiente para combatirla y la necesidad de ejercer un mayor control. Es cuestión de sentido común: hay que poner orden, combatir, prevenir y curar en el centro donde está la pandemia y que se irradia hacia otras regiones del país.

No basta con la atinada e inteligente decisión del Ministro de Salud de instalarse en Guayaquil, para trabajar donde más se necesita, sino que todos los recursos y esfuerzos deben canalizarse principalmente a la provincia del Guayas donde se concentra más del 70% de los afectados en el Ecuador por el virus.

Que las autoridades locales y seccionales han cometido graves errores –por supuesto que los han cometido y mayúsculos-, ya vendrá el momento de juzgar su conducta. Pero ahora no es el pueblo pobre de esa gran ciudad, hacinado, sometido a las inclemencias del clima, que vive del día a día, el que deba sufrir por políticas equivocadas. Y el Estado debe estar ahí para atender sus necesidades olvidándose de regiones más o menos favorecidas.

De estas situaciones nace, lamentablemente, el destructivo regionalismo que divide al país, que confronta pueblos con similares carencias y limitaciones y que impide un desarrollo armonioso, complementario y equitativo, en el que depende una región de la otra. Se escuchan voces destempladas, particularmente de las élites, que fomentan esa ruptura sustentados en erradas argumentaciones no solamente económicas sino históricas. Es la hora de la unión y de la solidaridad, no del fraccionamiento inviable. Pero, a pesar de todo, en esta gravísima coyuntura yo estoy con Guayaquil!

Tomado de diario El Comercio Ec.

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