Terrorismo informático
Rodrigo Borja Cevallos (columnista)
No sería un alarde de ciencia-ficción afirmar que es científica, tecnológica y políticamente factible que terroristas cibernéticos pudieran producir el colapso de un país altamente desarrollado mediante la perturbación de su infraestructura informática. De hecho, el “Pentágono” norteamericano —es decir, el ministerio de defensa— piensa en esto y ensaya diversos escenarios de posibles sabotajes electrónicos para adoptar estrategias de prevención o de reacción rápida y eficiente frente a una amenaza hasta aquí imaginaria. La Casa Blanca ha creado un organismo secreto, integrado por alrededor de seis mil científicos y estrategos militares, con el propósito de investigar a fondo esta amenaza.
Y es que los países más avanzados son los más vulnerables porque mientras mayor es la dependencia de sus economías y de su organización social respecto de los instrumentos de la revolución digital tanto más endebles se presentan ante un eventual terrorismo informático. Esto lo han reconocido los propios expertos norteamericanos en cuestiones de seguridad y estrategia. John McConnell, que dirigió el organismo de seguridad nacional estadounidense, comentó que “somos más vulnerables que ninguna otra nación en la Tierra”.
El ex subdirector de la CIA, William Studeman, dijo que “las grandes redes de información hacen de Estados Unidos el objetivo más vulnerable del mundo”. Y James Gorelick, antiguo asistente del Fiscal General, manifestó en una sesión informativa del Senado que “en algún momento vamos a encontrarnos con el equivalente cibernético de Pearl Harbor”, o sea la base naval norteamericana en Hawai bombardeada por los japoneses el 7 de diciembre de 1941, que desató la guerra contra las potencias del eje y dio inicio a la segunda conflagración mundial.
La guerra cibernética difiere de la guerra convencional e incluso de la guerra nuclear tanto porque ha cambiado su dimensión geográfica —la “geografía” de esta guerra son las memorias y los archivos de las computadoras y por eso hoy se habla de una “geografía cibernética y sin fronteras”— como porque tiene un efecto “nivelador” de los antagonistas puesto que la ciberguerra puede activarse arteramente desde un ordenador portátil ubicado en un sótano de Nueva York, una lejana carpa beduina o una cabaña de Siberia, sin que sus autores puedan ser identificados.
La guerra mecanizada de la era industrial va camino de transformarse en la guerra informatizada de la era electrónica.
Y es que la guerra del futuro no será una operación de tropas aerotransportadas ni desembarcos de infantes de marina sino acciones ofensivas de naturaleza electrónica destinadas a paralizar al enemigo, causar el caos en su organización social y enervar su posibilidad de defensa.
Tomado de diario El Comercio Ec.