El reto del consenso

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Vicente Albornoz Guarderas (columnista)

Hoy, los ecuatorianos tenemos dos opciones: o nos ponemos de acuerdo en cómo ajustar la economía o dejamos que se sigan acumulando desequilibrios hasta que sean insostenibles y exploten.

En los años 80 y 90 nunca logramos ponernos de acuerdo en todas las reformas requeridas luego de la farra de los años 70, y fue necesario que se acumulen miles de desequilibrios y exploten en 1999 para que la economía se ajuste y podamos volver a crecer gracias al profundo ajuste que significó la dolarización.

Los ajustes que hay que hacer se centran todos en poder crecer, en tener una economía que produzca más. Y crecer, a estas alturas del partido, significa crecer hacia afuera, hacia ese mercado mundial que, potencialmente, nos puede comprar todo.

Claro que sólo nos van a comprar aquello que sea o de mejor calidad o de menor precio que lo que venden nuestros competidores. O sea, tenemos que ser buenos produciendo.

Para ser buenos produciendo necesitamos mucha inversión. Para que haya suficiente inversión, necesitamos una economía que inspire confianza, lo que, entre otras cosas, implica tener un gobierno que no esté quebrado. Para que el gobierno no esté quebrado necesitamos que tenga más ingresos y menos gastos: necesita cobrar más impuestos y gastar menos en subsidios y en funcionarios públicos. Pero también necesitamos buenos servicios públicos, de manera que el gobierno va a tener que encontrar la forma de, con menos plata, hacer las cosas mejor (algo también conocido como “optimizar” el gasto). Es sumamente complejo ponerse de acuerdo en ese ajuste fiscal, porque al final es ponerse de acuerdo en quién paga la cuenta de la farra de la década pasada, pero sin un consenso ahí, no llegaremos a ningún lado.

También hay que ponerse de acuerdo en cómo organizar la producción en un mundo tan cambiante (flexibilizar el mercado laboral), en cómo llegar a los mercados más grandes (Alianza del Pacífico, TLC con los EE.UU.), en cambiar la educación (para tener más gente que arme empresas y menos gente que arme barricadas), en fortalecer el sistema monetario, en garantizar que el IESS no sea un lastre sino un aporte a la economía.

Si no lo hacemos, no va a pasar nada… por un tiempo. Y después, cuando se hayan acumulado suficientes desequilibrios, cuando sea crónica la escasez de recursos en la caja fiscal, cuando llevemos una década de estancamiento, cuando los colombianos y los peruanos nos hayan ganado todo el mercado norteamericano o mexicano o chino, entonces habrá un tremendo sacudón que nos ajustará automáticamente, nos empobrecerá a todos y nos hará retroceder años en desarrollo.

No parece buen idea dejar que todo se complique al extremo antes de actuar.

Tomado de diario El Comercio Ec.

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