El día después de mañana
Nelsa Curbelo Cora (columnista)
Si salimos de esta, los que salgan, asistirán al nacimiento de un mundo nuevo. Con otros valores, otras exigencias, otra manera de formarse, de informarse, de conectarse, de vincularse, otras fronteras, otra noción de Patria, de hermandad, de vincularse con lo sagrado, con la naturaleza, con la vida y con la muerte. Con el presente y con el futuro.
Otro estilo de trabajar, de valorar la importancia de las tareas humanas de aquellos que casi no veíamos.
Otra forma de relacionarnos con todos los seres humanos, con los políticos y los artistas, con los médicos y los enfermeros, todas las profesiones, todas necesarias, aunque algunas imprescindibles en momentos de urgencias y de decisiones rápidas.
Otra manera de estar con nosotros mismos, con nuestros miedos, nuestras alegrías, nuestros gustos, nuestros amores y nuestros rechazos, nuestros secretos y nuestras alegrías más profundas, nuestra necesidad de los otros y también de soledad y silencio, pues experimentamos que a los seres humanos en general nos cuesta estar sin los otros.
Las circunstancias nos han arrinconado a estar solos pero conectados, a detener abrazos y besos, a guardarlos para darlos a quien de verdad los queremos dar, cuando se los podamos o puedan dar. Pero también han obligado a muchas personas a convivir con quien no se quiere convivir, con quienes la relación es una máscara que se pone y se quita. Muchas tendrán un antes y un después de este aislamiento. Y la respuesta personal, y no siempre evidente, de por quién o por qué estamos realmente dispuestos a sacrificarnos nos revelará lo que de verdad nos importa y quién nos importa.
La evolución de la conciencia toma tiempo, pero de pronto da saltos impresionantes, que transforman la evolución en una revolución. Actualmente vivimos una inflexión en la política, la economía, la sociedad en su conjunto. La solidaridad, la empatía son tan importantes como las tasas de interés. Repercuten y mueven la economía, son vectores que hay que visualizar.
Un virus ha podido lo que no pudieron los políticos del G7, del Foro de Sao Paulo, de todos los foros, conferencias, encuentros, cursos, publicaciones, exposiciones, debates y marchas. Todos los héroes de todas las causas justas, todos los premios Nobel reunidos no han originado una toma de conciencia tan masiva y planetaria.
Es un momento de crisis total y por lo tanto de desafíos. Los cielos están limpios, la vida aparece por muchas partes donde antes eran desiertos y páramos. Pero también se evidencian las enormes distancias sociales de toda la raza humana, la injusticia y la inequidad que hemos sembrado y los conflictos sociales que cosechamos. Si no aprendemos juntos a hacer frente a esta guerra inesperada, nos esperan tiempos de autoritarismo y de mesías que querrán salir más poderosos sobre los escombros de lo que hoy fenece.
Si no nos unimos, otros decidirán por nosotros sin nosotros. Si no lo hacemos juntos de manera eficaz y rápida, otros tomarán las decisiones que deberían ser nuestras; si no somos solidarios globalmente, personas, organizaciones, países, si no actuamos como ciudadanos del planeta Tierra, la repetición de la lección será peor.
Cuando los sobrevivientes cuenten a sus hijos y nietos cómo era el mundo antes, estos se asombrarán del tiempo que le tomó a la humanidad comprender que la colaboración, la solidaridad y empatía son condiciones de la vida. (O)
Tomado de diario El Universo