D’Hondt a Webster
Ramiro Rivera Molina (columnista)
La reforma al Código de la Democracia incluye, entre otros temas, sustituir el método de reparto denominado D’Hondt por el de Webster. Cuestión no observada en el veto presidencial. Si bien las dos fórmulas forman parte de la familia de la proporcionalidad, D’Hondt es el menos proporcional y Webster despliega una mayor proporcionalidad en beneficio de las agrupaciones pequeñas.
D’Hondt obtiene cocientes dividiendo el número total de sufragios para 1, 2, 3, 4, 5, 6, etc.; mientras que Webster lo hace con divisores impares: 1, 3, 5, 7, 9, etc. La reforma busca ajustar la legislación secundaria al precepto constitucional (art. 116) que fija un sistema electoral conforme a los principios de la proporcionalidad.
Numerosas voces atribuyen la desproporcionalidad al método D’Hondt, y creen que Webster podría remediar tal desviación. Los métodos o fórmulas proporcionales de reparto para convertir los votos en escaños son variados y abundantes: Droop, Andrea, Imperiali, Adams, Danés, Hamilton, Hungtington, Jefferson, Saint Lagüe (Webster), Hare, D’Hondt, Nymeyer, Minghetti, Siegfried, Curie, Grasserie, Campagnoli, Brazil, etcétera. Sus nombres provienen de sus autores. Estos métodos se inscriben en el debate acerca de la proporcionalidad, que de manera precoz se menciona en la revolución francesa, se discute en Norteamérica y se expande desde mediados del siglo XIX en Europa, hasta que en el siglo XX se implanta en muchos países europeos y latinoamericanos, excepto en el sistema electoral anglosajón.
Pero el problema no está en el método, sino en el tamaño de la circunscripción. Los distritos pequeños, diseñados y manoseados durante el correísmo, se hicieron buscando una sobrerrepresentación, lo cual efectivamente lo consiguieron en las elecciones del 2013 y del 2017. Los distritos pequeños esconden un umbral de exclusión para las minorías.
El efecto inmediato de este esquema de cartografía electoral es la desproporcionalidad. Circunscripciones pequeñas generan una proporcionalidad muy pequeña. Es decir, el factor determinante de la proporcionalidad no es el método de reparto sino el tamaño del distrito. En esto coinciden los más importantes estudiosos de los sistemas electorales: Ostrogorsky, Duverger, Sartori, Nohlen, Alcántara Sáez, Berlín Valenzuela, Vallés, Bosch, Colomer, Botella, Dahl, Lijphart, Pasquino, Loewenstein, Gollard, Rae, Cotteret, Rial, Urdanoz Ganuza, etcétera.
La mayor proporcionalidad se crea en las circunscripciones grandes. La distorsión o desproporcionalidad proviene de las pequeñas. Sartori decía: “El tamaño del distrito afecta más la eficiencia de la proporcionalidad que las diversas fórmulas de reparto”. En la misma línea, el politólogo Gianfranco Pasquino añade: “La dimensión de las circunscripciones es la primera cláusula que hace que un sistema electoral sea más o menos proporcional”.
Entonces, el factor que gravita de manera determinante en la proporcionalidad es el tamaño pequeño del distrito o circunscripción. El problema no está en D’Hondt ni en Webster. Hay una barrera que dificulta el acceso de las agrupaciones pequeñas a la representación: no alcanzan la fracción de reparto.
Sería oportuno analizar el alcance efectivo del sistema Saint-Lagüe (Webster) y su probable incidencia en la ansiada proporcionalidad, que sospecho será moderada. Por lo que no es para alarmarse acerca de una excesiva fragmentación. Por cierto, una mayor proporcionalidad suena bien, pero tiene un alto costo en fragmentación, inestabilidad política e ingobernabilidad. (O)
Tomado de diario El Universo